miércoles, 20 de marzo de 2013

LA PARABOLA DE LOS CRISTALES ROTOS


Hace unos 40 años en USA, un profesor de Sociología de una Universidad, creo que fue Stanford, realizó un experimento en campo, mejor dicho, en la ciudad.
Dejaron dos autos iguales, del mismo color, marca y modelo, abandonados en la calle.
Uno en un vecindario residencial de buen poder adquisitivo y el otro en un barrio marginal, peligroso.
Se busco justamente eso para el experimento, que sean habitantes diferentes en todo sentido. La idea era estudiar las conductas de esos habitantes.
El auto abandonado en el barrio residencial no sufrió ningún ataque salvaje ni robo, en cambio el otro en el barrio marginal fue carneado en poco tiempo.
Normalmente  se cargan las culpas de los delitos a la pobreza y marginalidad, y hasta aquí les daba la razón a los que así piensan.
Pero no quedó allí el experimento, el sociólogo encargado de esta experiencia dobló la apuesta. Qué hizo, rompió un vidrio del auto intacto y pasó que se desencadenó el mismo ataque feroz, el despiece total igual que lo ocurrido en el barrio pobre!
¿Por qué el vidrio roto en el auto abandonado en un vecindario supuestamente seguro es capaz de disparar todo un proceso delictivo?

No se trata de pobreza. Evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología y la sociología. 
Un vidrio roto en un auto abandonado transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que rompe los códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que todo da lo mismo.
Luego desarrollaron la “teoría de las ventanas rotas”, obteniendo idénticos resultados que con los autos.
La conclusión es que el delito aumenta en las zonas donde el descuido, la mugre, el desorden y el destrato son grandes.

Al romperse un vidrio de una ventana en un edificio y nadie lo repara, pronto estarán todos rotos.
Si una barriada tiene signos de deterioro y  no le importa a nadie solucionarlo, allí se instalará el delito.
Si no se respetan las leyes de tránsito (estacionar en lugar prohibido, alta velocidad o pasarse un semáforo en rojo) y  no hay sanción, entonces habrá infracciones mayores y luego delitos más graves.

Si las plazas u otros espacios públicos  son progresivamente destruidos y abandonados por la mayoría de la gente y las autoridades (que deja de salir de sus casas por temor a los pandilleros), esos mismos espacios  serán progresivamente ocupados por los delincuentes.

Como demostración que en USA no se hacen experimentos porque si y los latinos debemos copiarles esto y mucho más, en los 80, Rudolph Giuliani, alcalde de New York, llevó a la práctica esta teoría  de “Las ventanas rotas” en el metro de su ciudad, sitio peligroso si los había.
Lo reparo a nuevo, lo pinto y decoró. Aumentó la seguridad, con eso ahuyentó a los vagabundos y punguistas.
Los resultados fueron espectaculares, tanto así fue que siguió avanzando implementado lo que se conoció como “Tolerancia cero” una estrategia que consistía simplemente en no permitir que sean violadas las leyes ni las normas de convivencia.
Solo eso y nada más que eso transformó, primero a New York y luego por contagio y ejemplo a toda la unión.

Estas cosas que parecen  pequeñas, sin importancia, hacen que una comunidad cambie y se habitúe a vivir en una sociedad más justa, limpia e igualitaria.

Paraguayos, debemos exigirle a nuestras autoridades municipales que den el ejemplo, que comiencen a bachear, a limpiar, a mantener espacios públicos limpios y seguros y que recién después de hacer bien los deberes salgan las jaurías de inspectores a controlar, en antipáticas barreras, a los contribuyentes.

20 de marzo de 2013- Fernando Palacini- Asunción- Paraguay

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